Antes de realizar cualquier actividad o viaje con una persona mayor es fundamental determinar si tiene o no algún síndrome geriátrico como riesgo de caídas, situación de discapacidad, declive funcional o dependencia por problemas motores o alteraciones cognitivas tales como pérdida de memoria o de atención. Es lo que se entiende como fragilidad, es decir, la dificultad que una persona mayor presenta y que está relacionada con la pérdida de funcionalidad en su vida diaria.
Así lo explica, Alex Ríos, académico de la carrera de Terapia Ocupacional de la Universidad San Sebastián, quien enfatiza que si uno quiere planificar una actividad con una persona mayor en el período de vacaciones es esencial conocer que es lo que ellos y ellas quieren y desean porque muchas veces los panoramas en familias se organizan desde la perspectiva de quienes lideran el grupo familiar
Asimismo, señala que pueden darse situaciones de fragilidad temporales en personas mayores como, por ejemplo, “los trastornos del sueño por distintas razones como la pérdida de un compañero o compañera de vida lo que implica un proceso de duelo que afecta la salud”.
En ese sentido, el docente sostiene que lo más importante es la educación de los familiares o cuidadores sobre la condición de la persona mayor y si ella misma está gestionando adecuadamente su situación de salud y si tiene el apoyo necesario.
Actividades y viajes
Alex Ríos afirma que es muy importante que la persona mayor sea tomada en cuenta y participe de la planificación y la decisión respecto a las actividades que se van a realizar porque eso va a mejorar su estado de bienestar e impacta directamente en su motivación.
“Hay que identificar las necesidades físicas, motoras, cognitivas y sensoriales de la persona y por ejemplo si trata de una junta familiar en casa, se debe tener en cuenta el lugar por dónde se va a desplazar, contar con sillas adaptadas y cómodas y disponer de un andador o silla de ruedas si se trata de alguien con movilidad reducida”, indica el terapeuta ocupacional.
Ahora bien, si se trata de realizar un viaje no es recomendable un recorrido largo si se trata de personas mayores con algún síndrome geriátrico.
El académico precisa que “hay que establecer tiempos de descanso si la condición de la persona así lo permite y no un traslado muy extenso no es aconsejable en el caso de personas que padecen artrosis, secuelas de un accidente cerebrovascular o Parkinson donde hay rigidez y limitación de la movilidad”.
Si se trata de un paseo a la playa, el académico indica que debemos considerar la resistencia que genera caminar por la arena lo que puede generar fatiga o dolor en personas mayores con fragilidad.
“También hay que evaluar el nivel de accesibilidad del balneario al que se concurre por si queremos que una persona pueda, por ejemplo, mojar sus pies en la orilla del mar y tiene movilidad reducida. Además hay que ver si se puede ingresar caminando o en silla de ruedas a la playa, porque la idea es que la persona disfrute y sea feliz con esa actividad”, señala Alex Ríos.
El terapeuta ocupacional sostiene además que el hecho de caminar ya es un estímulo al igual que la posibilidad de la contemplación para las personas mayores y además se pueden fomentar otras actividades orientadas a las destrezas motrices y cognitivas.
“Lo importante es que todo lo que se haga permita que la persona sea funcional y que no interrumpa sus rutinas. Por ejemplo, si la persona mayor quiere cocinar o hacer manualidades hay que invitar a otros integrantes de la familia participar, pero esta actividad debe ser graduada y segura. También existen necesidades emocionales y es bueno respetar el hecho de que una persona mayor no quiera salir en un momento determinado o estar más solo o tranquilo. Hay que comprender por qué y sólo intervenir cuando esa condición se hace repetitiva en el tiempo”, concluye Alex Ríos.