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jueves, noviembre 21, 2024

Las deudas de la sociedad con las personas mayores

Es sabido que en países asiáticos, como es el caso de Japón, envejecer se constituye en un honor para las personas, quienes son tratadas con respeto y especial deferencia. Lo anterior contrasta con Chile y muchos países en los cuales envejecer no es interesante ya que no se cuenta con una cosmovisión cultural y social que considere deseable transitar por esta etapa de la vida, pese a la trayectoria de las personas mayores en el país. 

Los temores que surgen en las personas mayores se basan, principalmente, en temas económicos, así como en las carencias físicas insoslayables que implican gastos importantes en el ámbito de la salud. Los temores se acrecientan ya que el país no se encuentra preparado para entregar una jubilación digna, constituir espacios saludables al aire libre, entregar atención sanitaria adecuada, preparar a cuidadores y cuidadoras, así como crear recintos o casas que tengan todas las condiciones para el bienestar biopsicosocial de quienes las habitan, en caso de no poder estar con los familiares en esta etapa de la vida.

El envejecimiento de los seres humanos está dado por los cambios primarios que marcan el deterioro corporal que se establece de manera progresiva durante el transcurso de los años. Sin embargo, también encontramos el envejecimiento secundario, no asociado a la biología de manera directa, ya que se relaciona con factores vinculados a los hábitos y costumbres de las personas, así como a los contextos que habitan. Podríamos enfermarnos por descuidos, tener buenos o malos hábitos de vida, vivir en ambientes hostiles recargados de agresiones ambientales, etc. Se agrega a lo anterior el deterioro neurodegenerativo que se puede manifestar de manera elocuente en la vejez, y que se trata de enfermedades que afectan al sistema nervioso central, tales como el Alzheimer, el Parkinson, la demencia, entre otras. Ciertamente, el envejecimiento produce un temor soterrado en los seres humanos cuando los países no generan las condiciones necesarias para garantizar el bienestar en todos los ámbitos que humanizan a la persona.

Las buenas prácticas de trato hacia las personas mayores se constituyen en pequeños avances de una sociedad que no facilita la salud física y mental de este grupo etario. De hecho, podemos postular que si nuestra sociedad está patologizada difícilmente podría entregar un espacio grato para quienes transitan por la vejez. Los problemas con los cuales nos encontramos a diario y que se exponen en noticieros y en la prensa escrita, llámese delincuencia, infracciones a la ley de diversa índole, consumismo desmedido, etc., aparta de inmediato a las personas mayores que se encuentran en otro ciclo de su vida. 

Dada la mentalidad mercantil referida a la productividad, ¿qué puede ofrecer alguien que ya se encuentra en esta etapa de la vida? La sociedad de consumo no acoge, porque este grupo etario pierde importancia al dejar de aportar económicamente como se esperaría. Sin embargo, la población senescente en Chile alcanza cifras relevantes en nuestro país. Sabemos que hay menos nacimientos y más personas que llegan a la vejez. Inclusive, a nivel mundial, se han hecho estudios acerca del envejecimiento de la población implicando un sustantivo cambio demográfico. Ciertamente, mejores estándares de nutrición, de vida saludable y el control de las enfermedades, son grandes aportes para prolongar la vida de los seres humanos.

Pero, ¿cuál es la calidad de vida que tienen las personas mayores?, ¿qué les ofrece la sociedad? Que las personas mayores se mantengan activas y sanas, ¿a quiénes beneficia?  Detrás de aquello, que a simple vista se escucha razonable, también es conveniente para una sociedad que busca la productividad y el desplazamiento de lo que molesta. 

Considerando que la vejez forma parte de un curso de vida insoslayable en los seres humanos por las razones antes explicadas, ¿qué esperamos de nosotros mismos cuando nos proyectamos como personas mayores? Y si la persona ya ingresó a este grupo etario, ¿qué espera de sí misma?

La Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores (2015), de la cual Chile promulgó la convención el 1 de septiembre de 2017, establece que las personas mayores tienen derecho a la libertad de expresión y opinión, así como al acceso a la información, en igualdad de condiciones con otros sectores de la población y por los medios de su elección. Los Estados Parte deben adoptar medidas para garantizar que las personas mayores puedan ejercer estos derechos de manera efectiva.

Cabe mencionar que los discursos sociales refieren, independientemente del grupo etario, la importancia de la calidad de vida y, en este sentido, la propuesta del Servicio Nacional del Adulto Mayor (SENAMA) no dice lo contrario. ¿Cómo mejorar la calidad de vida de las personas mayores? ¿Qué programas se pueden ofrecer para fomentar el bienestar físico, mental y social? 

Siendo tan importante el lenguaje y cómo nos hablamos y representamos, en el entendido que el lenguaje crea realidad, expresiones tales como el viejito o viejita, el abuelo o la abuelita, el tatita (sin haber parentesco con quien le llama de ese modo), adulto mayor, etc., continúan evidenciando que vivimos en una sociedad discriminatoria, muy alejada de las culturas en las cuales la persona mayor recibe valoración como un sujeto con trayectoria, cuyos conocimientos y experiencia de vida han ido construyendo a la sociedad que ahora les respeta y no los desecha. Lamentablemente, en sociedades como la nuestra falta mucho para que logremos un cambio cultural significativo en este ámbito.

Por: Dra. Miriam Pardo Fariña, académica de la Escuela de Psicología, UNAB Sede Viña del Mar

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